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Abel Medina Sierra

La “ausencia” del lenguaje figurado en las canciones vallenatas



Rosendo Romero, compositor lírico. Foto Cortesía.

En las eternas tensiones entre tradición e innovación que surgen en los coloquios de melómanos y cultores de la música vallenata, una de las más frecuentes tiene que ver con la comparación de las letras de canciones de periodos anteriores y las más recientes.


Por una parte, se suele a acudir a la idea que “las letras de antes eran más bonitas que las de ahora”. Frente a eso, habría que precisar a qué nos referimos cuando decimos “antes”. Más bien habría que ceñirse al llamado periodo lírico del vallenato, ese que nació desde 1963 cuando le comienzan a grabar a Gustavo Gutiérrez y que tuvo su edad de oro en los 80 con Rosendo Romero, Rafael Manjarrez, Mateo Torres, Santander Durán o Hernando Marín. Porque, nada de “lírico” o sutil encontramos en canciones previas a ese periodo como “La perra”, “A puño molío”, “La puerca” o “El garrotazo”, para solo dar unos ejemplos.


Por otra parte, es muy común escuchar el aserto que “ya los compositores de ahora no usan figuras en sus canciones”. Lo anterior, no es del todo cierto. Habría que precisar más bien, que cada vez son menos literarias y elaboradas estas figuras, no su ausencia total.


El lenguaje figurado o tropológico, opera en los distintos registros o niveles de uso de la lengua. Así que hay figuras tanto en el lenguaje poético, como en el popular, el coloquial o el científico. Vamos a un ejemplo. La imagen es una figura que permite una comparación en dos niveles. El más sencillo es el símil. Como cuando Rosendo Romero en “Mi poema” expresa “Esa mirada profunda y misteriosa es/como los claros de luna entre sombras de almendro”. Allí hay una comparación explícita porque se compara un elemento real (mirada) con uno figurado (claros de luna) con un conector (como). Pero, también hay símil cuando Rolando Ochoa dice en “Los tengo de payasos”: “Ay, que somos como un remolino/ que yo hago con ella y ella hace conmigo”. No olvidemos que aún en el lenguaje popular, es muy común que usemos el símil: “los bigotes ni paredilla llena de goleros”, “los talones, ni jagüey en verano”.


Lo mismo ocurre con la metáfora, la que dan por muerta en el vallenato. “Un poema de parrandas tus cabellos/y tus ojos una dulce madrugada/tu sonrisa la gaviota que alza el vuelo”, notamos aquí tres metáforas de Rosendo Romero en “Despedida de verano”. O cuando Fernando Meneses en “Mundo de ilusiones” dice “Junto a ti cuando hilos de plata/y cenizas te adornen el pelo”; una muy bella e ingeniosa manera de comparar las canas con la ceniza y los hilos de plata, sin el uso de ningún conector de comparación como sí lo usa el símil. También hay metáfora cuando Omar Geles dice “Mi amor por ella/no tiene cupo en el tren del olvido” en una canción nueva ola grabada por Silvestre Dangond titulada “Mi amor por ella”. Así encontramos cuatro metáforas en una misma estrofa del nuevaolero Carlos Amaris en “El nene de ella”: “Yo ya clavé mi bandera/ (…) El que la pone en el viaje (…) Yo soy el que la pone a punto, a punto de caramelo/ El que conoce el secreto de la línea, línea aquella”.


La hipérbole es otra manera de dimensionar la realidad a través de la exageración. Hay un uso culto y poético cuando Rosendo dice “No brota más la flor, la primavera/ que versos de mi alma para ti”, o cuando Leandro Díaz expresa “Cuando Matilde camina, hasta sonríe la sabana”. No tan elaborado, pero hipérbole al fin, es cuando Rolando Ochoa dice “Tiene como 180 pretendientes/ que la llaman y la viven molestando” en el célebre “Terremoto”.


La personificación es otra figura muy usada tanto en el registro poético como en el popular (como cuando una persona dice “el sol está amputa´o”). Rosendo la usa cuando dice “Yo quisiera aprenderme esa canción/ que murmuran las nubes cuando llueve” en “Corazón a corazón”. En este caso, se le atribuye virtudes humanas (murmurar canciones) a un ser inanimado (nubes). También Rolando Ochoa, con nada de sutileza, personifica a un basurero cuando dice “ya que, si veo la basura y tu cara está allí”.


Como vemos, no es que ya no se use el lenguaje figurado en las líricas vallenatas, lo que ocurre es que como efecto de la tendencia a lo jergal en el vallenato reciente, se han vuelto muy prosaicas, populares y hasta vulgares; con lo que se distancian del alto nivel estético que le dieron algunos autores del periodo clásico del vallenato. No han muerto las figuras, es el ingenio, la lucidez y la creatividad verbal las que están en crisis en muchos nuevos autores.

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