Fabrina Acosta, estudiosa y cronista de esas costumbres que hay en mi tierra
Es imposible imaginar a Fabrina Acosta quieta, sin estar cocinando un proyecto, amamantando una lucha por los derechos y la dignidad de las mujeres o pariendo una nueva ilusión. Las mujeres como ella nacen con un sueño en el corazón, de esos que al realizarse generan transformaciones sociales de dimensiones gigantescas, que redimen a comunidades enteras o a todo el género humano. Un botón para mostrar esto es la creación y dirección de la Asociación Evas&Adanes, a través de la cual capitanea iniciativas ciudadanas, como Foro concierto La mujer en el Vallenato, programa radial con perspectiva de género, foro Tejiendo esperanzas, acompañamiento a entidades en temas de equidad e igualdad de género y muchas más.
Son luchas entendibles sólo desde la perspectiva de lo humano, cuando se miran con los ojos del corazón y se pesan con la balanza de las singularidades e igualdades de hombres y mujeres. Y se ha preparado para esto, acumulando un abultado capital simbólico para su ciencia y esencia: Psicóloga, Magister en Gestión de Organizaciones y Especialista en Alta Gerencia, Magister en estudios de Género y violencia intrafamiliar, con diversos diplomados en gerencia social y trabajo con comunidades indígenas e infancia.
Lo suyo es herencia tal vez. Un legado de su abuela Rita Contreras, una especie de brújula existencial femenina que con sus 107 años de vivencias aún sigue inspirando a las generaciones de mujeres, como un manual de vida que da instrucciones precisas para dar rienda suelta al espíritu salvaje, a la naturaleza femenina, que abanica la intuición y da alas a los instintos más profundos.
Fabrina nació en una tierra mágica y sinigual, “majestuosa, encabezando el mapa, cual pedestal representando un reino”: La Guajira, donde sí y siempre suceden cosas buenas; una tierra de imaginarios sociales, roles de género culturalmente acentuados de manera desigual, de costumbres marcadas que siempre la han inquietado y que la empujaron a hacerse preguntas y buscar esas respuestas; a leer, estudiar, investigar y compilar los hallazgos en un libro que dejará como aporte a la humanidad.
‘De esas costumbres que hay en mi tierra: una mirada a los imaginarios sociales de la violencia de género’ es un producto literario del que se preñó y está naciendo “después de varios años investigando y documentando teorías y resultados del relacionamiento con las comunidades, además de encontrarme con realidades diversas, colectivas y subjetivas que nutrieron este proyecto literario que espera llegar a muchos lugares”, dice.
Sin duda así será. Porque han sido tiempos de ilusiones, emociones, persistencia y determinación al máximo; un proceso que para ella “es todo un parto en mi vida, con pujones, emociones y retos que inevitablemente encienden la creatividad y exigen toda la entrega; es un libro construido desde el amor, la disciplina y la esperanza de una sociedad en la que mujeres y hombres podamos vivir dignamente y en garantía total de nuestros derechos”.
Es el trayecto final de un viaje en el que ha llegado a la conclusión de que “entre más liviano llevemos el equipaje de nuestro viaje existencial más felices podemos ser, es decir, una vida libre de prejuicios que no limiten nuestra libertad de ser y hacer”.
Y el mundo lo verá. Este 22 de noviembre, a las seis de la tarde, en el malecón de Riohacha, a orillas del mar guajiro, será la presentación de este ‘hijo de sus entrañas’, en un evento que tendrá su sello, el sello de la sororidad, de la hermandad entre mujeres que siempre lleva izada como bandera identitaria del territorio psíquico femenino; el foro La mujer en la música’, que contará con la presencia no sólo de su autora, sino también de la prologuista Florence Thomas, reconocida lideresa de temas relacionados con derechos de las mujeres; la gaitera Mayté Montero; la acordeonera Maria Silena Ovalle, y las cantantes Eliana Gnecco, Luana e Iris Curvelo. Este libro se suma a los dos anteriores de Fabrina: ‘Mujer Sin Receta: sin contraindicaciones para hombres, y ‘Evas culpables, Adanes inocentes.