¿Qué es la Vallenatología?
Cuando se habla de vallenatología, ¿nos estamos refiriendo a una disciplina o una ciencia?
Tenemos que agradecer al siempre analítico y lúcido profesor Jorge Gómez Effer que nos haya metido en las honduras de esta reflexión, cuando con ocasión del reciente evento de seguimiento al Plan Especial de Salvaguarda del vallenato en Riohacha, lanzó la pregunta que inquietó favorablemente al musicólogo Roger Bermúdez. La cuestión que pone sobre la mesa el profe Gómez nos lleva a preguntarnos: cuando se habla de vallenatología, ¿nos estamos refiriendo a una disciplina o una ciencia?, o planteado de otra manera: ¿existe una vallenatología?
La palabra vallenatología se estrena con la aparición del álbum del mismo nombre, grabado en 1969 por Colacho Mendoza para Discos Phillips, producción antológica pues por primera vez aparece nada menos que Poncho Zuleta como cantante, vocalizando cuatro canciones. Muy seguramente, el nombre lo tomaría “El Consagrado” de boca de Consuelo Araújo Noguera, quien en 1973, edita su obra escrita “Vallenatología”, la cual se constituye en el primer libro que trata de describir, explicar y establecer clasificaciones de escuelas, formas y estilos en la música vallenata. Consuelo reconoce en su obra, que no tiene el rigor científico pero que está sentando las bases o rudimentos para que se constituya una “vallenatología”, es decir, un corpus de obras y conocimientos sistematizados sobre esta música popular tradicional.
Desde entonces, la palabra “vallenatología” se ha incorporado al léxico regional como una manera de referirse a todo lo que concierne a la música vallenata, es decir, como un tema. Tanto así, que quienes, de alguna manera analizamos, comentamos y escribimos sobre esta música, se nos suele llamar “vallenatólogos”. Más reciente, en el 2013 la Universidad Popular del Cesar lanzó la primera edición de la revista “Vallenatología” como memoria del Encuentro de Investigadores de Música Vallenata que lleva ya cinco ediciones.
Si hilamos en profundidades de la epistemología, el neologismo daría a entender que nos estamos refiriendo a una ciencia: logos (estudio) del vallenato como música. Pero, para que tal estudio tenga estatuto científico se requiere de unas condiciones, entra las cuales está, según Toro (2005): disponer de un método de investigación, tener un objeto de estudio y conducir a la formulación de Leyes. Lo anterior implica que al usar el método científico, también debe tener en cuenta criterios como objetividad, falsabilidad y descriptividad. Hay conocimientos sobre el vallenato, pero no es aún un conjunto estructurado sistemáticamente desde un mismo protocolo de razonamientos y de experimentación en ese ámbito específico, que haya permitido generar hipótesis, deducir principios y elaborar leyes generales que den cuenta del comportamiento del sistema musical y predecir cómo actuará dicho sistema en determinadas circunstancias.
Tampoco la vallenatología, en estos momentos podría catalogarse como una disciplina académica, materia o rama de conocimiento aunque para algunos es un campo de estudio. Se necesitaría de la institucionalidad universitaria y centros de investigación para que así lo sea; apenas la Universidad de La Guajira arranca en su programa de licenciatura en música con énfasis en vallenato y la Popular del Cesar apenas recibió en estos días el aval para abrir el programa. Una disciplina está definida y reconocida por las publicaciones académicas en los que se exponen los resultados de procesos de investigación y por los círculos académicos, intelectuales o científicos. Esta definición, más amplia que la de ciencia, es más cercana pero aún nos faltan arroyitos para cumplir ese requisito.
El vallenato es una música y las expresiones sonoras tienen una ciencia que las estudia y se llama musicología. No es posible ni confiable que se instituya una ciencia particular para cada género musical cuando hay regularidades y leyes comunes en todas. Así tendríamos una “porrología” (que así se titula un libro), “salsología”, “tangología”. Desde finales del siglo XIX, la etnomusicología emerge como estudio de las músicas no occidentales o hegemónicas aunque hoy en día, su campo se amplía abarcando todas las músicas, en el entendido que no hay música que no sea, de alguna manera, étnica.
En las últimas décadas toma fuerza los llamados “Estudios Culturales” como mirada interdisciplinaria sobre prácticas y manifestaciones simbólicas, entre éstas la música popular. Pero dentro de este paradigma entra tanto la musicología, la antropología, sociología, lingüística, la perfomance entre otras ciencias.
La música vallenata ha sido estudiada desde varias perspectivas. Ariel Castillo, Óscar Ariza Daza y René Arrieta desde la literatura; Rito Llerena desde la lingüística estructuralista; Tomás Darío Gutiérrez desde la historia; Jaime Maestre Aponte desde la historia de vida; Consuelo Posada desde la tradición oral; Ismael Medina desde la narratología; Jaime Escamilla desde la semiología, Juan Carlos Urango desde el análisis del discurso; Emmanuel Pichón, Marina Quintero y este servidor desde los estudios culturales y solo Roger Bermúdez, Héctor González y Adriana Corzo han dado a conocer sus lecturas desde la musicología.
Lo anterior nos aterriza en el sentido que no hay una vallenatología en sentido estricto de la palabra, sino unos estudios sobre el vallenato auxiliados o desde alguna ciencia o disciplina. Eso nos hace colegir que cuando se habla de “vallenatología” nos expresamos más desde el deseo de fundar una disciplina que desde la objetividad, se trata más de una manera vaga de llamar a todo lo que refiera a la música vallenata.