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Abel Medina Sierra

Villanueva y el origen de 'la colita'


Recientemente se publicó y lanzó el libro “El rey de la colita” del escritor villanuevero David Amaya Orsini, de cuya lectura surgen estas glosas que no pretenden restar importancia a la obra sino aportar a un debate más amplio sobre el tema. El libro trata de sustentar las siguientes hipótesis: que Villanueva es la cuna de lo que se llamó “la colita” en los gérmenes de la música vallenata. Que quien creó la colita fue el músico villanuevero Rafael Amaya Cabrales quien también le habría dado el nombre. De igual manera, partiendo del testimonio del ya extinto maestro Amaya, se llega a fechar en 1929 el inicio de la colita. Si los argumentos que usa Amaya Orsini fueran contundentes e incuestionables, este libro estaría dando claridad a un hito muy importante para la música vallenata y por lo tanto, sentando cátedra referencial al respecto.


Ya en otras ocasiones, en el Encuentro de Investigadores de música vallenata y en conversatorios en Villanueva, he escuchado portadores de tradición, repetir tales asertos sin aportar pruebas documentales sino rumores de la tradición oral. En estos temas hay que entender, que en la tradición oral la verdad objetiva se relativiza, un caso de esto es la autoría de la canción “Amor amor” que se la pelean los descendientes de más de 10 juglares porque escucharon a sus ascendientes interpretarla. La verdad es que la canción resulta ni ser vallenata ni siquiera colombiana pues se ha rastreado su estribillo en los romances hispánicos.


Volviendo al caso del origen de la colita en Villanueva, no conforme con la lectura, tuve conversación telefónica con el autor pues las fechas que ofrece como punto de origen de la colita en Villanueva, riñen contra otros como los que ofrece Ángel Acosta Medina quien documenta estas fiestas en la zona rural de Riohacha desde la primera década de siglo XX. Amaya me confesó que él solo se había limitado a estudiar el caso en Villanueva. Si esto es así, se está incurriendo en un grave sesgo, porque un investigador, no puede hacer generalizaciones cuando su estudio es tan particularmente localizado. Lo otro grave, es que las delimitaciones temáticas hay que hacerlas públicas en la introducción del libro, no hacerlas oralmente cuando se le pregunte. Este tipo de errores le restan seriedad y validez a una investigación y esto se ha vuelto común en quienes escriben sobre la música vallenata; por ello, musicólogos como Egberto Bermúdez nos rebajan al nivel de “pseudo-científicos sociales”.


Si el trabajo de campo y el análisis documental se hizo solo recogiendo evidencias en Villanueva, no puede hacerse afirmaciones como que en ese municipio nació y se le dio nombre a la colita, el autor debió decir explícitamente que fue el origen solo en ese municipio porque está induciendo al lector al error y al sesgo.


Pero para aportar algunos elementos sobre el tema, tengo que decir que las colitas constituyen el antecedente de las llamadas casetas y el paso de la cumbiamba gratuita que involucraba a toda la comunidad a una fiesta que organizaba un ciudadano con fines de lucro. De allí que también implican el paso de un modelo económico a otro. Eran fiestas colectivas, a las que podían acceder todos los adultos con la condición del pago del consumo, tenían un empresario local que las organizaba y su finalidad era más el baile que apreciar la perfomance del músico (como la parranda).


Es preciso aclarar que la colita no era un baile específico ni una forma (ritmo) sino una fiesta que exigía un formato especifico por parte del músico. En la parranda la proximidad entre el músico y el público era corta, la atención era mayor para la perfomance. A la colita el público iba a bailar, se requería mayor intensidad del sonido (más bulla) y eso hacía cambiar el formato de acordeón, caja y por uno híbrido entre el conjunto vallenato tradicional y la banda de viento del que tomaban el bombo y el redoblante y agregaban las maracas.


Aunque conserva ciertas características comunes a la antigua cumbiamba, la colita corresponde más a la primera mitad del siglo XX y presenta cambios pues se pasa de un lugar público (como la plaza) a un lugar más cerrado (un patio, un quiosco, una casa); la institucionalidad (jefes civiles) no participa en la organización sino particulares y cambia el formato del conjunto musical que se amplía en sus componentes. En el caso del baile, con la colita se pasa del baile en ruedas o colectivos al baile en pareja.


En mis lecturas he encontrado testimonios de colitas en Riohacha, el sur de La Guajira, el Valle de Upar, en Ovejas y Pueblo Nuevo en Córdoba, Sabanas de Beltrán en Sucre y aún en los límites de Córdoba con Antioquia.


Sobre el nombre de “colita” existen varias versiones. La más difundida pero que en los últimos años tiene sus contradictores, sostiene que cuando había fiesta en los pueblos, los ricos organizaban las suyas pero la plebe lo hacía por su lado. Cuando terminaban la de los ricos, algunos de estos, con arrestos vivos y la pasión encendida, se “colaban” en los festejos populares que funcionaban como “cola” o parte final de una noche de jolgorio. En los pueblos de la zona rural no había tal distinción de clase como para intuir que la colita era exclusiva de clases bajas y que los “colados” eran los de clases altas.

Para otros, el nombre alude a una canción popular de la época y para otros al baile en fila o hilera (cola) muy común en esos tiempos. Amaya recoge el testimonio del maestro Rafael, en el sentido que la gente pedía “la colita”, como la “ñapa”, es decir, una pieza musical adicional al grupo, lo que se tiene en cuenta como otro posible origen de este nombre.


En síntesis, en el libro no hay elementos documentales suficientes para demostrar el origen de las colitas en Villanueva aunque tampoco las hay que no fue allí, solo se requiere de un estudio más amplio, riguroso y más lectura para no incurrir en sesgos localistas que le hacen mucho daño a la academia sobre la música vallenata.

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