Tierra, agua y aire, tres elementos de Escalona
Una mariposa era un motivo. También lo era un arco iris, un relámpago o un aguacero precipitándose sobre la Sierra Nevada. Con elementos que encontró en su entorno construyó su capital simbólico este hombre con fibras de poeta y alma de soñador, al que le resultó fácil desafiar con sus versos las leyes naturales, traspasar las barreras de lo posible y saltar ‘burlonamente’ las fronteras de la realidad, instalándose en un reino de ilusiones, cuyo trono le pertenecía a él: Rafael Escalona.
Esas motivaciones se encuentran escondidas en las profundidades de su obra, sustentadas con tres elementos: aire, agua y tierra. De ellos extrajo el insumo para su inspiración y los hizo tan suyos que luego estuvieron presentes en cada verso que escribió. Les dio vida, de modo – a su antojo - los convirtió en sus cómplices para escapar de los desamores que estrujaron su corazón de ‘Don Juan’, para volar arriba de las estrellas, “como la errante golondrina que nadie sabe a dónde va”.
“Está acudiendo allí a un ave, a una entidad que es alada. Se quisiera remontar por los aires, no solamente en la situaciones difíciles del amor sino que seguro esa misma actitud la adoptaba para resolver otros problemas que le traía la vida, quizás por desavenencias con amigos, qué se yo; el maestro Escalona quiso hacer eso: vagar como una errante golondrina, para que nadie supiera dónde estaba, para que nadie fuera a molestarlo”, explicaba el poeta Luis Mizar (Valledupar 1962 - Bogotá 2015), quien un día, equipado con elementos de la filosofía, la psicología y el psicoanálisis, abordó un viaje hermenéutico por las letras de Escalona y encontró sustancias y discursos, que –seguro- rebasan la intención que tuvo el autor al crearlos.
Es el aire un elemento recurrente en las composiciones de Escalona, quien desafiando la ley de la gravedad, anunció la construcción de una casa en el aire para su hija Ada Luz, constituyéndose además este en un elemento protector, pues allá en esa casa nadie podría ir a molestar a su niña.
“A escalona le interesaba lo que se llama lo ingrávito. Como buen poeta que era le hubiera gustado poder burlar la ley de la gravedad. Lo de su casa en el aire es consonante con aquello que quisiera ser una errante golondrina”, explicaba Mizar y ponía ‘sobre la mesa’ la evidencia de su afirmación: “y tú y tú y tú, tu eres mi arco iris, Dina Luz”.
El arco iris es un elemento que está suspendido en el aire, al igual que las estrellas y las nubes: “al cielo le voy pedir la nube más hermosa/pa’ ponértela en las manos” o “y para que suspire toditas las mañanas/una nube rosada envuelta en un arco iris”.
Las mariposas, igualmente, aparecen simbolizando a las mujeres de sus encantos, la mariposa en el cerro pintao de Villanueva, una más en el río Badillo, que entre sus alas trajo un recado…
“En las composiciones de Escalona, las nubes son prácticamente personajes; es un elemento natural, pero él lo vuelve una especie de personaje”, analizaba Mizar.
En esta construcción de poemas cantados y encantadores, Escalona lograba hacer una impecable utilización de metáforas, hipérboles, símiles y otras figuras literarias para ensalzar a las mujeres y ofrecerles dádivas intangibles que sólo él, en sus estados sublimes de inspiración, podía conseguir:
“De Cartagena te traigo yo,
el medallón que usaba un pirata
que Blas de Lezo se lo robó
para regalárselo a sus muchachas.
Como yo entiendo el canto de las aves
que hay a la orilla del río Cesar
hablo con el rey de los turpiales,
para que a tu casa vaya cantar”.
Nubarrones, aguaceros, ríos crecidos…
Un carácter recio y decidido, un espíritu de nómada y unos sentimientos desaforados son los subyacen en la relación que Escalona estableció con el elemento agua, que aparece como protagonista impetuosa de su obra.
“Le interesaba el agua que fluye, el agua móvil; entonces nos la presentó en forma de aguacero, de lluvia, en crecientes enriadas, en las aguas tormentosas del Amazonas o del Orinoco. En lo que yo recuerde, siempre esas aguas de él están en movimiento. Son aguas que hacen parte de un carácter fuerte, capaces de causar temor, aguas tormentosas y entonces con eso quiso darle más validez a su manera de amar”, acotaba Luis Mizar.
“Esta lloviendo en la nevada
arriba de Valledupar
apuesto que el río Cesar
crece por la madrugada.
Maye, no le tengas miedo
a la creciente del cesar
que yo lo voy a cruzar
es por el puente de Salguero
y si el río se lleva el puente
busco otro modo de verte
por que pa'l cariño mío
nada importa un río crecido”.
Por supuesto, por más tormentosas que fueran esas aguas, no eran más fuertes que él, pues no lograban detenerlo; las desafiaba y las vencía. En Sus sentimientos más íntimos es claro que su personalidad recia compaginaba más con esas aguas; además su capacidad de errabundez, de gustarle estar trasladándose de un lugar a otro, era más consonante con ese tipo de agua.
Tierra: ubicación geográfica
El paisaje más bello que vio Rafael Escalona está en Patillal, en el extremo norte, incrustado en la Sierra Nevada. Es un territorio llamado ‘Villa Rueda’. Lo vio cuando era niño, pero en su adolescencia y adultez por cosas propias de su vida itinerante no pudo regresar. Le había propuesto a su amigo Tomás Darío Gutiérrez que fueran juntos antes de que se produjera su viaje a la eternidad, pero éste se precipitó cuando Gutiérrez estaba realizando los trámites para llegar, pues ‘Villa Rueda’ es ahora un territorio indígena.
Ese y los paisajes que vio en su infancia nutrieron, sin duda, su inspiración, pues estuvieron presentes en sus canciones, con ubicaciones específicas de puntos y trayectos, como evidencia de experiencias que ‘entraron’ a su mente infantil y luego, con el paso de la vida, empezaron a salir en sus momentos de inspiración, tomando forma en cada estrofa de sus cantos.
El compositor, poeta, médico y amigo de Escalona, Hernán Urbina Joiro, confirmó que las vivencias tempranas de un creador de versos se reflejan en éstos. “Esas experiencias colorean los textos; por eso uno puede hacer cierto psicoanálisis y descubrir dolores tempranos; uno puede descubrir cosas que ocurrieron en la infancia”, explica Urbina Joiro.
Por eso, toda la comarca que recorrió está dibujada en sus canciones. Mizar explicaba que “en el elemento tierra, en lugares y espacios, tenía él un atributo, un don muy especial, de que con unas frases breves ubicada un espacio geográfico, verbigracia: allá en La Guajira arriba, donde nace el contrabando”; el adverbio allá, que es una reiteración en la canción para que se entienda que no es en ningún otro lugar sino allá en parte alta de La Guajira”.
“Con gran frecuencia
los sábados temprano
lo ven que sale del Valle pa’ La Paz
al cabo rato pasa por La Tomita
Manaure está cerquita
se siente el fresco ya”.
En un verso corto Escalona entregó detalles del itinerario de su amigo Poncho y también del agradable clima de Manaure, sin dejar por fuera del verso a La Tomita, que era un lugar especial para su grupo de amigos. Era fácil para él dibujar tramos enteros y relacionarlos con el tiempo, como el recorrido del tren en el que se viajaba del Valle a Santa Marta, en su obra El Testamento, en el que dijo ‘tácitamente’ que el viaje duraba desde la madrugada hasta el atardecer:
“Paso por Valencia, cojo la sabana, Caracolicito y llegó a Fundación
Y entonces me tengo que meter en un diablo al que le llaman tren,
que sale, por toda la zona pasa y de tarde se mete a Santa Marta”.
“Salgo de Santa Marta cojo el tren en la estación
paso por la zona, la tierra de los platanales
y al llegar a Fundación, sigo en carro para el Valle”. (El hambre del Liceo).
Su vida andariega lo llevó al sur del país, desde donde escribió una carta a Dina Luz y luego, en seis versos cortos, entregó toda una radiografía del entorno en el que se inspiró: en el sur de Leticia, en la parte fronteriza, donde están los ríos Amazonas y Orinoco con aguas tormentosas llenas de pirañas y caimanes. Habló desde un territorio de indígenas practicantes de ‘brujería’.
Dejó, entonces, Escalona en su obra plasmados los más importantes recorridos de su juventud, pero también de sus amigos, ya fuera Miguel Canales perdido en la montaña; la ‘Vieja Sara’ en El Plan; ‘el Tigre de las Marías’ que andaba por Casacará…
Buen observador
“Escalona era de esas personas que nacen de vez en cuando, que tienen la capacidad de percibir en los demás lo que otros no perciben; de ver lo que otros no pueden ver”. Esta descripción que hace Efraín ‘El Mono’ Quintero, coincide con la de otros como Luis Mizar, Tomás Darío Gutiérrez, Hernán Urbina Joiro, Alberto ‘Beto’ Murgas y muchos otros, y es atestiguada con la obra misma del ‘Poeta de Patillal’.
No a cualquiera se le ocurre ver un relámpago y observar en él el mismo efecto de una vela cuando se está apagando.
“Allí, el hombre captó bien el fenómeno atmosférico del relámpago y tuvo que tener también un conocimiento, como dirían los filósofos, a priori de lo que está ocurriendo en la vela que se está acabando; entonces la vela en sus estertores tiene como un parpadeo. Eso es de la pura observación; eso no se aprende en libros y entonces esa observación del relámpago y la vela las fusiona en ese símil que adorna estéticamente su canción. En eso tenía mucha maestría”, analizaba Mizar.
Tuvo Escalona la acuciosidad de observar que las huellas que dejan los toros tienen forma de corazón. Hacía sus observaciones y las almacenaba en su mente para luego engalanar con ellas sus canciones.
“Esta lloviendo en la nevada
en el valle va a llover
y el relámpago se ve
como vela que se apaga
si no quieres condolerte
en mi pena y mi pesar
me voy a tirar al Cesar
pa’ que me ahogue la corriente”.
“Deja que se termine este aguacero
para que veas las aguas como corren
deja que se vayan los nubarrones
para que veas estrellas en el cielo”.
“Allá en Manaure, en la serranía
en un pueblecito bonito y sano
vive la mamá de Emiliano
de Toño Sala y María.
Se oye una voz en la noche
se oye una voz que la llama
ese soy yo y Poncho Cotes
llamando a la vieja Sara”.